domingo, 21 de febrero de 2016

Reseña: LAS COSAS QUE PERDIMOS EN EL FUEGO de Mariana Enriquez



Autopsias Literarias del Dr. Motosierra presenta:

LAS COSAS QUE PERDIMOS EN EL FUEGO de Mariana Enriquez

El mundo de Mariana Enriquez no tiene por qué ser el nuestro y, sin embargo, lo termina siendo. Bastan pocas frases para pisarlo, respirarlo y no olvidarlo gracias a una viveza emocional insólita.

Las autodenominadas «mujeres ardientes», que protestan contra una forma extrema de violencia doméstica que se ha vuelto viral; una estudiante que se arranca las uñas y las pestañas, y otra que intenta ayudarla; los años de apagones dictados por el gobierno durante los cuales se intoxican tres amigas que lo serán hasta que la muerte las separe; el famoso asesino en serie llamado Petiso Orejudo, que sólo tenía nueve años; hikikomori, magia negra, los celos, el desamor, supersticiones rurales, edificios abandonados o encantados... En estos once cuentos el lector se ve obligado a olvidarse de sí mismo para seguir las peripecias e investigaciones de cuerpos que desaparecen o bien reaparecen en el momento menos esperado.

Últimamente lo que estoy viviendo con este blog es lo que algunos definirían como una relación amor/odio.
Dentro de poco se van a cumplir dos años desde que Autopsias Literarias del Dr. Motosierra  publicara su primera reseña y sigo estando tan orgulloso de él como el primer día. Y es que siempre me he intentado mantener fiel a los objetivos y necesidades que causaron entonces la creación de este espacio, que son la de fomentar la literatura, principalmente de ficción, recomendando títulos usando como única herramienta de valoración y criterio la opinión personal, para también de algún modo evitar que un público concreto se gaste su dinero en material altamente prescindible o nocivo y, sencillamente, para entretener.
Suena sencillo, ¿Verdad?. E incluso seguro que más de uno piensa que es hasta normal, que así deberían ser todos los blogs de opinión literaria. Pues no lo es, y esto ha llegado a dar pie a las más inverosímiles de las situaciones.

Se me ha acusado de favoritismo y amiguismo, signifique lo que signifique eso, de cambiar las reseñas tras su publicación (si, lo que leéis), hasta de faltarle el respeto a los autores, aunque sigo manteniendo que decirle a alguien que se busque un trabajo decente en lugar de seguir escribiendo no es una falta de respeto, sino un consejo con el objetivo de mejorar la sociedad y el poco buen gusto literario que pueda quedar.
Y no nos olvidemos de las veces que me han criticado por haber provocado algún que otro suicidio virtual (dícese de la persona que a raíz de una mala crítica desaparece de las redes sociales, sea por orgullo, vergüenza o estupidez) He recibido insultos, amenazas y demás perlas que creía olvidadas de los patios del colegio que terminan demostrándome dos cosas: Que ser escritor no implica necesariamente ser inteligente y que poca gente se lee las anotaciones sobre el funcionamiento del blog (margen derecho, por favor). Pero todo esto no me preocupa ni me molesta. Al contrario, no solo lo asumo sino que también lo esperaba, y son detalles que incluso dotan a la web de cierta personalidad y si, también publicidad.

Aunque si hay cosas que me cansan. Como la gente que pone en tela de juicio la calidad del blog. ¿Calidad? ¿Que calidad?. Yo al menos lo admito, de escribir tengo poca idea y por supuesto ninguna para opinar de una obra alardeando de estilos y técnicas que no poseo pero tampoco cobro por ello y no recibo ningún beneficio material por ello salvo contadísimas excepciones. Podría decirse que sí, aún hay gente que hace las cosas por amor al arte. Estoy cansado de gente que te manda sus obras, asumiendo, tonto que soy, que saben que eso no les garantiza una buena crítica, pero cuando se dan el batacazo desaparecen del mapa, no te dan las gracias, y ni siquiera te replican aunque sea por privado. Y encima aparte de ser consciente de haberte leído un mal libro te deja la sensación de haber perdido un tiempo que nadie te va a devolver por culpa de un imbécil con demasiado amor propio (Si, imbécil, ahí tenéis vuestra falta de respeto, regocijaos queridos, como cerdos en el fango)
Y por supuesto estoy cansado de haber escrito yo solo más de 200 reseñas en dos años (salvo una excepción), pero eso es algo que yo me he buscado por puro masoquismo y... mierda, creo que esto trataba de reseñar libros, no de contaros mi aburrida vida, pero bueno, la moraleja de todo esto es que este es mi blog y escribo en él lo que me sale de los cojones.

Todo esto viene a que con la recién descubierta obra de Mariana Enriquez también sufrí esa extraña y contradictoria sensación de amor/odio.

Fue totalmente inesperada la publicidad que se le dio a LAS COSAS QUE PERDIMOS EN EL FUEGO, la nueva antología de relatos de la autora que se editó recientemente en España y que enseguida se reveló según muchos como la nueva revelación del terror, por ser la autentica heredera de los mejores escritores de historias de fantasmas de todos los tiempos como Shirley Jackson, Wilde o M.R. James...

... A ver, ni tanto ni tan calvo.

La carrera literaria de Mariana Enriquez es cuanto menos extensa. Varias novelas, antologías de relatos cortos como la que nos ocupa hoy y demás participaciones la convierten en una de las autoras argentinas más prolíficas de su país, como demuestra por ejemplo la intención de que LAS COSAS QUE PERDIMOS EN EL FUEGO vaya a ser publicada en 20 idiomas, como al parecer le gusta presumir a la editorial en cada hueco libre que encuentran en el tomo.

Es evidente tras un par de relatos leídos cual es objetivo de la autora, que es buscar la incomodidad y el escalofrío del lector, ya sea mediante el crudo y desadornado retrato de la sociedad o a través de elementos fantásticos de mayor o menor credibilidad, pero siempre intentando permanecer dentro de un plano realista y de situaciones que comienzan como cotidianas, construyendo así una colección de historias empujadas por el terror, el misterio y fuertes dosis de realismo sucio, que no hacen sino empañar más si cabe el cuadro emocional general, cubriendo cualquier matiz de color cálido que pueda existir con tonos grises que se mantienen constantes a lo largo de los 12 relatos que componen la antología. Y este es solo uno de los factores comunes entre los relatos.
Otro ejemplo de lo que se terminará convirtiendo en firma personal de la autora será la elección de sus personajes y el reflejo social y emocional que representan cada uno de ellos.

Tomemos como ejemplo el primer relato que encontramos. EL CHICO SUCIO es un comienzo ideal para que el lector se vea transportado a un lugar donde realmente no quiere estar, lugar dominado por su decadente ambientación inspirada en los barrios marginales que se usa de escenario donde la prostitución, la droga, el robo y el asesinato impregnan callejones, aceras y rostros de ciudadanos, rostros pertenecientes a protagonistas en su mayoría de clase media baja, figuras que saben que nunca serán esa luz que brilla entre la multitud, sino un grano de arena trasportado por el viento, con problemas reales que condicionan su comportamiento o maneras de afrontar situaciones límite. Gente rota, incompleta (en ocasiones de manera literal) o que sencillamente arrastran tras de sí un peso que ellos mismos han decidido cargar y que poco a poco los va consumiendo. Ah, y todas las protagonistas son mujeres.

¿Esperáis que ponga alguna pega acerca de la exclusividad de la mujer como protagonista de 12 relatos? En absoluto, no es la primera vez que leo una antología que incluso usa como arma a la mujer, o como elemento clave de la trama, como por ejemplo NIDO DE PESADILLAS de Lisa Tuttle... bueno, quizá no era el ejemplo más adecuado...

Me encantan las historias protagonizadas por damas, sobretodo aquellas que usan el feminismo (en el correcto significado del termino, por favor) como elemento conductor de la trama, mostrando a una mujer capaz de arrancarse el cepo de la opresión y demostrando que el termino "sexo débil" carece de significado. Pero Mariana Enriquez no consigue ese objetivo.

Las protagonistas de estos relatos parece que no quieren salir de su papel de fémina en apuros, que cualquier circunstancia fuera de lo normal supera los límites de su resistencia y terminan dejándose arrastrar por la corriente, aceptando un destino que, si le echara un par de ovarios podría tornarse a favor suyo. En relatos como TELA DE ARAÑA, EL PATIO DEL VECINO o el que da título al libro, LAS COSAS QUE PERDIMOS EN EL FUEGO, se nos muestra una mujer sufriente, acosada por factores externos que convierten sus vidas en tormentos de los que no hay escapatoria ¿Y adivináis cual es ese factor externo predominante? Si.. el hombre.

Porque si la mujer toma el papel de victima y sufridora, el hombre interpreta lo opuesto. Es el villano, el opresor y el incrédulo, un desalmado que no se lo piensa dos veces a la hora de llamar loca a su pareja y le mande de una patada al manicomio solo por que le cuenta no se sostiene, o mostrando un claro perfil de acosador o violento, un torturador psicológico o sencillamente un muro que metafóricamente impide a la protagonista llegar a la salida y por lo tanto a la tranquilidad.
Y si, igual el gilipollas soy yo, y seguro que no faltará el que piense "que ignorante, no ha captado el sentido de la obra de Enriquez". No se... igual el psicópata se siente incomodo al leer cosas sobre psicópatas, pero incluso yo que creo y espero dar el perfil de un hombre que ha respetado siempre a la mujer me he sentido no atacado, pero si criticado solo por el hecho de haber nacido así.
Y más me ofende el perfil que da a la mujer repito, no hay indicios de la luchadora, valiente y capaz de imponerse a la dura situación que el país (en casi todos los casos Buenos Aires) impone en ellas y, en cierto modo dejando que el machismo se imponga ante ella.

Quizá es por eso que mis relatos favoritos son aquellos que recurren claramente al factor más sobrenatural. Historias de fantasmas que encuentran en relatos como LA CASA DE ADELA su máximo exponente en una historia abrumadora llena de influencias clásicas y dotándolo de un aura macabra y original. Es sin duda, de mis favoritos, como PABLITO CLAVÓ UN CLAVITO. UNA EVOCACIÓN DE PETISO OREJUDO, cuya fuerte baza se encuentra en lo verídico de su origen, la historia real de un asesino en serie de tan solo 9 años, aunque igual de macabros pero esta vez tirando de la influencia oriental disfrutaremos de relatos como FIN DE CURSO o VERDE ROJO ANARANJADO.

E incluso la autora se atreve a homenajear a Lovecraft con BAJO EL AGUA NEGRA, un texto impresionante, de los que uno desearía que no se quedara en una historia corta, poseyendo tanto ideas como calidad para ser algo más.

Por desgracia también hay relatos que no me dicen absolutamente nada. Y eso que es normal que los desenlaces de las historias de Enriquez queden hasta cierto punto abiertas, dando al lector la posibilidad de imaginar como acaba, ya sea siendo benevolente con los personajes o recurriendo a la imaginación mas macabra, cosa que se incita a hacer hasta la obligación de pensar lo peor en historias como NADA DE CARNE SOBRE NOSOTRAS. Sin embargo, hay relatos que, debido a su naturaleza, desarrollo o desenlace crean cierta confusión e incluso aburrimiento. LA HOSTERIA, LOS AÑOS INTOXICADOS o la ya mencionada TELA DE ARAÑA son una prueba de estos relatos que, por su final deja al lector igual que al comienzo, con un irritado "¿Y ya está?" en la cabeza y con la más terrible sensación de haber leído varias páginas de relleno destinadas a engordar un libro por miedo a no publicar un panfleto.

Pocas pegas la verdad, pero bastante llamativas que no hacen sino decepcionar y restarle puntos a una valoración final cuyos puntos a favor llaman al sobresaliente. Mariana Enriquez es una gran escritora, y la imaginación y talento que desbordan muchos de sus relatos la convierten en un nombre a tener en cuenta. Una autora que juega muy bien sus cartas y que es capaz de afrontar uno de los retos mas complicados del terror: hacer que nos lo creamos. La crudeza de algunas de las escenas, el perfecto retrato de la sociedad, resaltando lo más oscuro o deprimente de ella, hacen que la tensión y la veracidad se mantengan constantemente, Si a esto le sumamos una fuerte crítica social (salvo el comentado papel que desempeña el hombre en las historias, demasiado exagerada y victimista) encontramos una colección de cuentos muy recomendable, apta para todos los gustos (no niego que los relatos que a mi no me han dicho nada a otros les emocione), totalmente distintas unas a las otras y que rememorará lo mejor de las historias de fantasmas de todos los tiempos. Pero os recomendaría que no os lanzarais a LAS COSAS QUE PERDIMOS EN EL FUEGO con las expectativas demasiado altas. No es el libro del año, ni la autora que alcanzará el trono de la literatura del terror como me han hecho creer a mi. Es una gran obra, eso si, y no hay que pedir más.




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